Fue desde el inicio de los años 90, que Mark P. Mattson y su equipo de investigación se pusieron a analizar si los antioxidantes que se encuentran en frutas y verduras, podían suponer un tratamiento para el Alzheimer. Pronto se percataron que los resultados obtenidos en la investigación no estaban claros. Como resultado cambiaron de hipótesis de investigación para averiguar porqué los alimentos de origen vegetal eran buenos para la salud cerebral.
Con frecuencia pensamos que los fitoquímicos desarrollan su efecto beneficioso por medio de mecanismos antioxidantes. Sin embargo, como destaca V. Murugaiyah y M. Mattson [i], sabemos que el estrés oxidativo juega un papel importante en las enfermedades crónicas relacionadas con la edad, pero para conseguir dicha capacidad antioxidante a partir de lo componentes químicos existentes en las plantas con las que nos alimentamos, se requeriría un consumo de cantidades de frutas y verduras en un orden de magnitud mayor que los consumidos en la actualidad por una persona. Antes bien, las investigaciones demuestran y proponen que cantidades más pequeñas de algunos fitoquímicos pueden ejercer un papel preventivo y terapéutico de varias enfermedades por la activación de respuestas celulares adaptativas al estrés.
A nivel evolutivo, nuestros ancestros, para sobrevivir en el medio natural, se veían en la necesidad de desarrollar una actividad física intensa, que en determinados períodos a lo largo del año se acompañaban de deprivación calórica, al hacerse difícil conseguir los alimentos. Por otro lado, igual que muchos otros animales, los homininos evolucionaron con la habilidad de consumir una amplia gama de plantas silvestres, muchas de las cuales contienen sustancias químicas que ejercen un efecto nocivo sobre las células. Estaríamos hablando de una interacción entre plantas y animales durante su co-evolución, que tuvo como resultado una adaptación recíproca, que han ido dando forma a características extremadamente particulares de los fitoquímicos. Estos pesticidas y sustancias disuasorias hacia los insectos, bacterias, hongos, etc., activan reacciones adaptativas celulares ante el estrés, que no tan solo desencadenan reacciones defensivas contra ellos, sino que también nos protege contra lesiones y enfermedades. En definitiva, nos encontramos ante la ingesta de “toxinas” fitoquímicas. Estos fitoquímicos “anti-alimento” se concentran selectivamente en general en las partes vulnerables de las plantas que están directamente “expuestas” y accesibles a los animales como son las flores, la piel de los frutos, hojas y raíces. Otras partes importantes para la reproducción como los brotes y las semillas, también contienen cantidades superiores de estos fitoquímicos. La evidencia sugiere que la habilidad de tolerar pequeñas cantidades de fitoquímicos de sabor amargo de características nocivas, benefició a los animales que las ingerían al poder asimilar los hidratos de carbono, proteínas, grasas y otros nutrientes que se encuentran en las plantas, sin consecuencias adversas.
Como los herbívoros y omnívoros evolucionaron consumiendo dietas con un alto contenido en dichas sustancias químicas, sus organismos han desarrollado dos mecanismos generales para evitar que estos fitoquímicos puedan dañarlos. El primero de ellos implica una detoxificación y metabolización rápida de estos fitoquímicos a través del citocromo p450 y encimas de “fase 2”, y por medio de la eliminación urinaria. Las vías horméticas activadas por fitoquímicos pueden involucrar quinasas y factores de transcripción que inducen la expresión de genes que codifican enzimas antioxidantes, chaperonas proteicas, enzimas de fase 2, factores neurotróficos y otras proteínas citoprotectoras. Ejemplos específicos de tales vías incluyen la vía sirtuin-FOXO, la vía NF-κB y la vía Nrf-2 / ARE.[ii]
El segundo mecanismo supone la activación de una ruta adaptativa de respuesta celular ante el estrés que resulta en la activación de múltiples factores metabólicos. Estos mecanismos tienen como resultado la producción de una serie de proteínas, así como la supresión de inflamación.[iii]
Como ejemplos de fitoquímicos que actúan por mecanismos horméticos, podemos encontrar varios que han sido estudiados con detenimiento: sulforafanos presentes en crucíferas, curcumina en la cúrcuma, resveratrol de las uvas y epicatequinas presentes en el té verde y en el chocolate negro, entre muchos otros.
Esta respuesta adaptativa inducida por sustancias estresantes a niveles bajos de características bifásicas, desencadenada por estos fitoquímicos, es lo que se conoce como hormesis. Estos agentes químicos podrían inducir un daño molecular, que entonces pone en marcha respuestas celulares ante el estrés como mecanismo defensivo. Puede proteger las células contra la disfunción y la degeneración, llegando incluso a mejorar la evolución de una serie de procesos patológicos.
Otro de los grandes estudiosos del mecanismo de la hormesis, Edward J. Calabrese, nos señala que esta “… se debe considerar una reacción adaptativa caracterizada por respuestas a dosis de tipo bifásico, con rasgos cuantitativos generalmente similares respecto a la amplitud y rango de la respuesta estimuladora que son, o bien directamente inducidas, o bien el resultado de procesos biológicos compensatorios, como consecuencia de una alteración inicial de la homeostasis metabólica.[iv] Para el autor, la hormesis también sería un mecanismo de la plasticidad biológica, en el que ante una alteración de la homeostasis al ingerir estas pseudo sustancias tóxicas de las plantas, el cuerpo responde poniendo en marcha una reacción protectora adaptativa ante el estrés, con el fin de reparar rápidamente el daño y restaurar la homeostasis.
Se han podido estudiar la presencia de procesos desencadenados por estas sustancias que protege contra los efectos indeseados en el organismo puestos en marcha por la obesidad y la diabetes. Otros presentan actividad neuroprotectora contra la oxidación y el estrés metabólico en casos de ictus, Alzheimer y Parkinson, así como demencia senil. No tan solo se han descrito estos mecanismos protectores de muchos fitoquímicos, sino que también se ha podido comprobar su acción inhibidora del crecimiento en células tumorales, llegando incluso a determinar la apoptosis (muerte) de este tipo de células, mecanismos que se encontraría detrás, por ejemplo, en la acción de la cúrcuma.
El autor Dr. Mark P. Mattson, a partir de estos resultados, fruto de una larga investigación sobre la hormesis de más de dos décadas, propone acertadamente la conveniencia de que la sociedad adopte una serie de actitudes y medidas que supondrían una clara forma de prevenir la epidemia de obesidad, diabetes y enfermedades crónicas que asola a gran parte de la ciudadanía. “La mayoría de los pobres resultados en la salud de nuestro país, son el resultado de una “anhormesis”, de la falta de hormesis resultado de la falta de los desafíos propios de la dieta y el estilo de vida occidental … como el acceso continuo a una alimentación ultraprocesada alta en calorías, el sedentarismo y la falta de fitoquímicos protectores en la dieta”. “Podemos definir la hormesis como un proceso en el que la exposición a bajas dosis de agentes químicos o factores ambientales que son dañinos a dosis superiores, inducen un efecto beneficioso adaptativo en las células o en el organismo.”[v]
Francisco Mata Rabasa. Médico naturista.
[i] “Neurohormetic phytochemicals: an evolutionary -bioenergetic perspective” (Fitoquímicos neurohorméticos: una perspectiva evolutiva-bioenergética) . V. Murugaiyah, M.P. Mattson. Neurochem Int. 2915 october; 89: 271-280.
[ii] “Hormetic dietary phytochemicals “. (Fitoquímicos alimentarios horméticos). Son, T. G., Camandola, S., & Mattson, M. P. (2008) NeuroMolecular Medicine, 10(4), 236-246.
[iii] “Challenging oneself intermittently to improve health”. (Desafiándonos intermitentemente para mejorar la salud). Mark P. Mattson. Dose-Response, 12:600–618, 2014
[iv] “Defining hormesis”. E J Calabrese and L A Baldwin, Human & Experimental Toxicology (2002) 21, 91± 97.
[v] “Hormesis Defined”. Mark P. Mattson. Ageing Res Rev. 2008 Jan;7(1):1-7.
[1] “Neurohormetic phytochemicals: an evolutionary -bioenergetic perspective” (Fitoquímicos neurohorméticos: una perspectiva evolutiva-bioenergética) . V. Murugaiyah, M.P. Mattson. Neurochem Int. 2915 october; 89: 271-280.
[1] “Hormetic dietary phytochemicals “. (Fitoquímicos alimentarios horméticos). Son, T. G., Camandola, S., & Mattson, M. P. (2008) NeuroMolecular Medicine, 10(4), 236-246.
[1] “Challenging oneself intermittently to improve health”. (Desafiándonos intermitentemente para mejorar la salud). Mark P. Mattson. Dose-Response, 12:600–618, 2014
[1] “Defining hormesis”. E J Calabrese and L A Baldwin, Human & Experimental Toxicology (2002) 21, 91± 97.
[1] “Hormesis Defined”. Mark P. Mattson. Ageing Res Rev. 2008 Jan;7(1):1-7.
[1] “What doesn’t kill you…” Mattson, MP. (Lo que no te mata…). Sci Am. 2015 July; 313(1): 40–45.